Aunque Teca Barreiro llegó con 18 años a Galicia desde Salvador de Bahía (Brasil), su hablar tiene esa dulce entonación que nace del idioma portugués. Hija de emigrantes gallegos dejó tras de sí, como ella misma dice, “su tierra de calor, de color, luz y musicalidad”. También se quedó allí el primer amor, las raíces, los amigos de la infancia y adolescencia. Su padre había fallecido en el año 1968 y su madre, quien nunca se adaptó a su tierra de acogida, decidió volver en 1973 a la lluviosa ciudad de Santiago de Compostela.
Además de la buena energía que emana de esta poetisa, las emigrantes establecemos de inmediato esa conexión que tiene mucho que ver con experiencias comunes en nuestros andares por islas y continentes. Habíamos coincidido hace algunos años en un taller de literatura; ahora el azar y también mi interés por conocer su obra poética y su trabajo como psicóloga, nos han vuelto a juntar en una cafetería de Vegueta, esa parte antigua de la ciudad de Las Palmas que, a los que venimos del otro lado del Atlántico, nos recuerda tanto la propia arquitectura colonial de las ciudades que dejamos atrás.
«Mi vida dio un giro de 180 grados y aprendí que yendo más despacio llegaba más lejos»
Vuelves a emigrar, pero esta vez de Galicia a Canarias. ¿Por qué te estableces en Gran Canaria?
El cambio de clima para mí fue terrible. Galicia es hermosa y Santiago es una ciudad bellísima, pero el clima me mataba. Corre año 1975: tengo una prima que vive aquí y me invitó a pasar quince días en Gran Canaria. Sentí un amor a primera vista con la isla: la luz de Canarias, la dulzura de la gente, fue como verme en mi tierra, un puente con Brasil. Me quedé seis meses.
En Galicia había empezado a estudiar Psicología, una compañera me mandaba apuntes y me iba al final de curso a examinarme. Iba y venía, disfrutaba los veranos en Galicia, porque allí el período estival es de cuento de hadas, y los inviernos los pasaba aquí, hasta que en 1980 me instalé en Gran Canaria definitivamente.
En los momentos de nostalgia, ¿qué recuerdos te llegan desde tu lejano Brasil?
Esta pregunta me evoca muchas cosas. La memoria es engañosa y deja de ser objetiva, se tiende a agrandar las cosas buenas de la tierra natal. Yo viví desde pequeñita con emigrantes y si algo aprendí es que estás siempre añorando la «terriña», como mis padres, para los cuales todo era maravilloso en el país de origen.
La infancia, la adolescencia, el primer novio, hay un sabor nostálgico en todo eso. También está la yaya, una mujer que vino a trabajar a mi casa antes de que yo naciera y se hizo parte de la familia, como una segunda madre. Siempre estuvo presente en mi vida y me enseñó a tener fe. La yaya me transmitió valores de la cultura afrobrasileña, el enraizamiento y la confianza básica de que incluso en los momentos más duros, la vida siempre te va a sostener.
¿A qué parte de tu experiencia vital echas mano cuando te enfrentas a una situación complicada?
En mis operaciones, en quirófano, he tenido algunas muy delicadas, o en otros momentos muy duros, la yaya es mi anclaje, mi amuleto, la seguridad de que no me va a pasar nada malo. Yo no sería la persona que soy hoy si no hubiera estado ella en mi vida.
¿Qué te lleva a acudir a la poesía como medio de expresión? ¿Cómo la definirías?
Con 48 años tuve un episodio de muerte súbita. Era una persona que trabajaba mucho, amaba mi profesión. Trabajaba por la mañana en el ayuntamiento, por la tarde tenía mi consulta privada, y el corazón no aguantó el ritmo. Me incapacitaron para trabajar y, a partir de entonces, tuve que iniciar una vida más serena y contemplativa.
Empecé el contacto con el zen, la meditación fue de gran ayuda en esa etapa en que tuve que soltar roles e identidades. El encuentro conmigo misma, saboreando la miel del silencio, viviendo en el aquí y ahora como única realidad palpable. Mi vida dio un giro de 180 grados y aprendí que yendo más despacio llegaba más lejos.
En ese contexto irrumpió la poesía en mi vida porque mi alma necesitaba expresarse. Mi poesía nace en el silencio, es muy espiritual, teñida por el zen, la naturaleza está muy presente, la búsqueda del ser, las emociones, el vacío, la muerte… un intento versado de dar respuesta al gran interrogante existencial: ¿Quién soy?
¿De qué manera conectan la psicología y la literatura?
Para mí va muy vinculado el uso de medios narrativos con fines terapéuticos. En mi labor profesional uso la escritura como una herramienta de autoconocimiento, de conexión con las emociones. Escribir relatos donde la persona es la protagonista ayuda a externalizar el problema e inventar otras formas de actuar en la vida. La escritura ayuda a entendernos mejor y a los demás.
Yo cultivé los diarios desde la juventud, cuando leí a Anaïs Nin, me influyó mucho. Tenía 18 años cuando la descubrí y desde entonces empecé a escribir. Relatar las experiencias vividas nos ayuda a descubrir su significado en nuestras vidas, a indagar sobre el mundo interno, a conocernos mejor.
Las literaturas del Yo- la autobiografía, los diarios, las confesiones, las cartas- son una mirada hacia dentro, una manera de conectar con el profundo y desconocido mundo interno. En los talleres invito a los participantes a escribir desde la experiencia, a soltar el ruido externo, unos minutos de meditación para conectar con la emoción que los habita, ponerse en el aquí y el ahora. Se trabaja en el autoconocimiento, el crecimiento personal, la autoestima. Se trata de soltar contenidos mentales y bajar al nivel experiencial.
«Las sociedades capitalistas nos han metido en una vorágine competitiva y el ser humano se ha desconectado de la naturaleza»
La sociedad del siglo XXI está viviendo una espiral de violencia, no solo de género, sino una violencia estructural que pretende robar protagonismo a la bondad, la solidaridad o la empatía ¿Qué herramientas necesitamos para acallar la voz de la violencia?
Yo creo que la clave está en la educación. Trabajar no solo con los niños, sino también con las familias porque somos reproductoras de modelos. Las propias madres reproducimos modelos de niños machistas. Son clichés muy arraigados en el inconsciente colectivo. Es fundamental trabajar con los padres.
¡El ser humano está tan desvinculado de sí mismo! me viene a la mente la pedagogía de Waldorf. Dan tanta importancia al ser del niño, a la conexión del niño con sus emociones, con valores que se van perdiendo en esta sociedad desaforada, capitalista y competitiva. Se trata de competir o cooperar; pero, ¿qué es lo que nos enseñan cuando somos niños?: a competir. Yo tengo que ser más fuerte que tú, y entonces se produce un alejamiento de los valores solidarios y bondadosos, nos vamos perdiendo.
En uno de nuestros reportajes recientes tratamos en tema de la violencia psicológica hacia la mujer y una de nuestras entrevistadas planteó que está muy invisibilizada y que las conductas abusivas están muy normalizadas. ¿Cuál es tu opinión sobre este tema?
Si nos referimos a Europa, creo que cada vez está más visibilizada porque las mujeres denuncian más, buscan más ayuda, más que nuestras madres o abuelas. Pero claro, hay que diferenciar violencia física o violencia psicológica, esta última mucho más sutil, se camufla, no es visible externamente pero hace mucho daño.
La mujer cada vez se está empoderando más, si nos ceñimos a nuestras sociedades europeas. Si nos vamos a otras culturas, Afganistán, África, México, Brasil, etc. es otro mundo. A medida que la mujer se siente más fuerte, el hombre se pone a temblar, no sabe dónde ubicarse, hay un desplazamiento de la posición de poder. Antes el hombre tenía el poder económico, estaba muy definido quién mandaba, ahora la mujer está ganando terreno, autonomía, se va rompiendo la homeostasis que sostenía el sistema familiar y ello produce crisis.
Pero, a pesar de que las políticas de género incrementan los medios de protección a la mujer, lo cierto es que no disminuyen las estadísticas de violencia de género. Quizás algo esté fallando en el abordaje del tema. El maltrato es un tema relacional y requiere un abordaje sistémico: el foco de la intervención debe incluir tanto al maltratador como a la persona maltratada.
Soy consciente que hay situaciones en que está en peligro la vida de la mujer y que la intervención puntualmente se centra en protegerla, pero como proceso de crecimiento, si no incluimos ambas partes del sistema, la intervención se queda coja. Creo que hay un cierto vacío en el abordaje del maltratador.
¿En qué punto fallamos como sociedad cuando a estas alturas tenemos que seguir condenando las desigualdades y la violencia de cualquier tipo?
Creo que hay una gran desconexión del ser humano consigo mismo y, por ende, con el prójimo. Las sociedades capitalistas nos han metido en una vorágine competitiva y el ser humano se ha desconectado de la naturaleza y de lo tribal. Hay un incremento del individualismo.
Volvemos a lo que decía antes: competir versus cooperar. Hay un crecimiento económico, de las tecnologías, pero en crecimiento como personas, el ser humano está en pañales. Si estamos conectados con la madre naturaleza esto nos lleva a la bondad, al Amor.
Has afirmado que más que nunca es necesario el arte como antídoto al miedo y a la negritud. ¿Te refieres al arte como un instrumento para educar en valores, sentimientos, actitudes?
Sí, al arte como instrumento a través del cual puedes exorcizar el miedo, la rabia, es sanador, tiene un efecto terapéutico. Y también es importante el arte como herramienta de denuncia. El arte en las escuelas está tan poco contemplado; el arte para sensibilizar a la gente en valores que realmente puedan hacer de este mundo un lugar más amable. Sea escritura, pintura, música…
Normalmente es muy difícil que un ser humano que desarrolle una vía de expresión artística, sea mala gente. El artista posee un canal donde exorciza sus sombras, conecta más con el amor, con su parte más luminosa. Todos tenemos luces y sombras.
¿Algún poema dedicado a la mujer que quieras compartir con nosotras?
NACER MUJER
Ser mujer
en una arquitectura de falos
esclava de las curvas
estrangulada en sus propias trenzas
muñeca de trapo con dientes
manchados de carmín
ombligo amarrado al derecho de pernada
cinturón ancestral de castidades violadas
nacer mujer
pecado imperdonable
lacrado en la costilla
manzana envenenada entre los muslos
icono de diosa y meretriz
mujeres tórridas del sur
mujeres hielo del norte
los grilletes no distinguen
el color de los tobillos
subterránea se expande
la fuerza fémina
y disuelve el óxido herido
de la historia.
Teca Barreiro: «Mi poesía nace en el silencio»
Después de escuchar a Teca Barreiro, me quedo con su luz y su humanidad, con esa agradable sensación de un rato con una amiga que comparte confidencias, te escucha y te da una lección de resiliencia, que lleva la música y la alegría de su tierra natal en la mirada y la irradia.
Una mujer que comienza el día leyendo un poema de Lorca, de Huidobro o Whitman, alimenta el espíritu con la ternura y la fuerza necesarias en tiempos de incertidumbre. Una mujer emigrante que ha transitado por islas y continentes, por días luminosos y lluviosos, que ha aprendido a soltar el lastre de lo superficial para centrarse en lo esencial, en su equilibrio y en su bondad.
Si quieres leer otros poemas de esta autora, pincha en este enlace: http://www.trasdemar.com/home/poesia/solo-humo-al-fin-poemas-de-teca-barreiro/
Si quieres conocer la trayectoria de otras mujeres en el mundo de la escritura, pincha en este enlace: https://www.landbactual.com/mayte-martin-no-me-molesta-que-me-tachen-de-feminista/
Fotos: Jurema Mosquera Barreiro
Me llamo Belkys Rodríguez Blanco. Sí, un nombre muy parecido al de la reina de Saba, pero soy periodista. Me gradué en la Universidad de La Habana, en la era de la máquina de escribir alemana. Como el sentido común manda, me he reinventado en este fascinante mundo digital.
Escribo desde los once años y ahora soy una cuentacuentos que a veces se dedica al periodismo y, otras, a la literatura. Nací en Cuba, luego emigré a Islandia y ahora vivo en Gran Canaria. Estoy casada con un andaluz y tengo un hijo cubano-islandés. Me encantan los animales, la naturaleza y viajar. En resumen, soy una trotamundos que va contando historias entre islas.