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miércoles, 7 agosto 2024

Encuentros en la fase REM

Anoche soñé. Hay noches en las que no hay nada, sólo negro. No sé porqué será pero cuando sueño me levanto más ligera. Me encantan los encuentros en la fase REM, sobre todo si no se trata de pesadillas.

A lo que iba, anoche soñé que caminaba por un lugar desconocido y que me encontraba con un niño de unos 8 años, en pijama, con legañas en los ojos y bastante despeinado. Se paró, me miró y frunció el ceño mientras torcía la boca hacia el lado derecho de su cara. Tardó un par de segundos en reaccionar pero luego me preguntó:

¿Cuántas veces es capaz de enamorarse un ser humano?

Yo lo miré y, cuando le iba a contestar, pensé que cualquier cosa que le dijera sería mentira. La verdad es que no sabía cuántas veces podía enamorarse una persona. Detesto la idea de amor romántico del que todo el mundo habla constantemente, así que, a ciencia cierta, no me atrevería a dar una definición de amor por excelencia a ninguna otra persona. Así que empecé a contarle una historia.

Un amigo me decía el otro día que sabía que sufrimos muchas veces por amor pero que el dolor acaba por desvanecerse porque el cuerpo humano no está preparado para sufrir durante mucho tiempo. Se queda exhausto y se aburre de la monotonía que produce la tensión amorosa. Se aburre de los celos, del idealismo, de la espera, de fingir, de querer y no poder.

Él me miró extrañado e inconforme y sonrió. Luego me dijo:

¿Qué tiene que ver el dolor con el amor?

Bueno, a veces también se sufre por amor– le dije, pensando en gran parte en algunos de mis sufrimientos amorosos- Aunque, en realidad, el amor es una manera de olvidarse de lo malo que nos rodea. Es un medicamento que cura las heridas del alma. Un conjunto de pequeñas gotas que esparcimos por el ambiente para acabar con la epidemia de la violencia, el odio, la envidia y los prejuicios.

Pero, ¿cuántas veces puede enamorarse una persona?– me dijo menos convencido aún pero igual de sonriente.

La verdad es que no entendía por qué un ser tan diminuto tenía tanta fijación con el amor. 

Es que no sé a qué te refieres cuando me hablas del enamoramiento, entonces es imposible darte una respuesta verdadera. Supongo que depende.

¿De qué?

De la persona. Algunas personas caminan con precaución en el amor porque esperan encontrar con quien compartir hasta el último día de sus vidas. Otras se han enamorado y desenamorado y, cuando vuelven a estarlo, no se atreven a enamorarse otra vez por miedo a sufrir. Algunas se enamoran muchas veces porque les gusta esa sensación de la que hablan y que parecen mariposas en el estómago. Otras se enamoran de muchas personas a la vez. Hay gente que cree estar enamorada pero al final se da cuenta de que no y otras  que viven relaciones afectivas con otras personas pero no se enamoran nunca. Las posibilidades son infinitas. La idea del amor romántico que conocemos, que dice que conocerás al amor de tu vida -y que creo que es en la que basas tus preguntas- lo hace todo muy complicado. El amor no se basa en la cantidad sino en la calidad. En el respeto, la comprensión, el cariño, la confianza, la comunicación, la escucha o la libertad.

– ¿Y… qué aspecto tiene una persona que está enamorada?

En ese momento pensé, «¿Este niño no tiene amiguitos con los que jugar u otra persona que lo cuide?«. Las preguntas me estaban incomodando. Y yo qué sabía qué aspecto tiene una persona que está enamorada. Supongo que de alelada.

Pues, normalmente tiene el aspecto de una persona feliz, como cuando esperas que pase algo que te gusta mucho. Como cuando vas a ir de excursión con tus amigos y amigas. ¿A qué estás feliz todo el tiempo pensando en lo bien que te lo vas a pasar o luego recordando lo bien que lo pasaron? Pues más o menos eso.

En ese momento, aquella persona bajita llena de curiosidad, miró hacia arriba, pensó un rato, sonrió y asintió. Pensé que ya había hecho mi buena obra del día. Le revolví el pelo y me dispuse a seguir mi camino cuando, de repente, el niñito tiró de la manga de mi bata e hizo que me pusiera de cuclillas. Esta vez su cara no era de felicidad, sino de angustia.

¿Y qué pasa si no encuentras nunca el amor?

Bueno, niño desconocido, no se va a acabar el mundo porque haya personas que no se enamoren Hay otras cosas en la vida: los paseos, la lectura, las series, el chocolate, las amistades, la familia, el trabajo…

Pero tú lo dijiste, el amor acaba con lo malo. Si hay personas que no lo encuentran no acabarán con las cosas malas que hay en sus vidas.

Viendo la cara de ese ser extraño y diminuto lleno de decepción, decidí que dejar de lado mi personalidad más escéptica podría darme una lección a mí también.

Cada persona elige el camino que quiere escoger en el amor y no podemos hacer nada por cambiarlo. Pero siempre podemos elegir cómo y cuánto queremos amar. Tú puedes ser una de esas personas que regalen amor a borbotones. Y no solo hablo del amor con tu pareja, sino con tu familia, con tus amigos y amigas, con la naturaleza, con las personas que no conoces, con lo que haces. El amor que vale la pena es ese. Y te aseguro que así no sólo serás feliz tú, sino que harás feliz a quienes estén a tu alrededor.

Me miró, sonrió y una estrella cayó del cielo. Porque estábamos en un camino rodeado de árboles que movían sus ramas lentamente con la brisa, los dos en pijama y con un aspecto bastante ridículo. En nuestra pequeña burbuja lucía un cielo azul oscuro lleno de estrellas enormes y chiquititas pero todas igual de brillantes.

Miré hacia arriba un momento para soltar un gran suspiro de alivio porque parecía que se había quedado tranquilo con la respuesta. Y yo también. Cuando me di la vuelta ya no estaba.

Quizás lo hubiera deprimido con mis teorías absurdas sobre el amor. O quizás… no. A lo mejor en ese momento se creó un monstruo del amor que iría por ahí buscando gente a la que agasajar con sus dosis empalagosas de cariño.

Si quieres leer otros relatos de esta sección, pincha en este enlace: https://www.landbactual.com/una-revolucion-particular/
 

Ilustración: Ana Pérez Mederos (@farragosa)

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Me llamo Yaiza Mederos Norro y nací en Gran Canaria en 1982, tierra donde me he criado. Aunque sé que soy de aquí y de ninguna parte, me siento isleña de corazón, quizás por eso cuando estoy lejos del mar parece que me falta algo. Las mujeres de mi familia, por las que siento un profundo respeto, han sido mi referente en la vida. He margullado toda mi vida entre palabras e imágenes, mis dos grandes pasiones. Llevo casi diez años trabajando como periodista y reportera gráfica en medios de comunicación y en agencias de publicidad. Me encanta la Naturaleza, escribir y viajar. Creo firmemente que la educación, la autocrítica y el amor son aspectos fundamentales para transformar el mundo en algo mejor.

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