Paró en seco y agudizó el oído. Unos instantes antes, estaba centrado en el sonido que producían las pequeñas gravillas de la calle bajo el peso de sus pies. De hecho, estaba tan concentrado en el crujir de sus pisadas que se sobresaltó al escuchar una voz que pronunciaba su nombre.
Carlos se sentía muy mayor y cansado para creer en fantasmas y en apariciones. Liderar el programa de televisión sobre misterios con mayor audiencia de su cadena durante sus últimos diez años, le habían enseñado a no creer en nada. Ya en la cuarentena, sabía a ciencia cierta que los únicos fantasmas eran los que llevaban corbata y portaban un móvil de última generación y que las psicofonías no eran más que ondas radiofónicas que se colaban en las grabaciones de ingenuos deseosos de buscar explicaciones a sus tristes existencias.
Por eso, no le hizo caso a la voz que le pareció que pronunciaba su nombre en aquella solitaria calle sin apenas luz. Desde luego si iba a ser testigo de un fenómeno paranormal, aquel lugar era el perfecto para serlo.
De pronto volvió a escuchar la voz. Era muy tenue, casi un susurro. Le recordó a una de esas voces distorsionadas que alguna vez escuchó a través de los cascos de radioaficionado de su padre.
Sonrió. Sería gracioso que justo el día en el que anunciara a producción que dejaba el programa para aceptar la oferta editorial de dirigir una colección sobre fenómenos paranormales y ovnis, fuera a vivir su primer encuentro con un ente del más allá.
–¡Venga, dime lo que me tengas que decir!, ¡soy todo oídos!– gritó al silencio.
Apenas había terminado de hablar cuando las dos únicas farolas que iluminaban el callejón se apagaron al unísono. Se quedó paralizado cuando percibió una figura en el otro extremo. Durante unos segundos eternos, ambos seres, vivo y muerto, se vigilaron en la penumbra del callejón.
Carlos comenzó a temblar. No puede ser, se dijo, es pura sugestión. No hay nadie, ¡no es nadie! El poder de la sugestión siempre le pareció el mayor de los poderes.
Giró lentamente sobre sí mismo y dio dos pasos hacia adelante con la firme intención de huir. Entonces, volvió a girarse y, haciendo de tripas corazón, echó a correr hacia la figura que, a su vez, comenzó a moverse en dirección contraria a él.
Dando un salto, se arrojó sobre la sombra que perdió su consistencia fantasmagórica para convertirse en el cuerpo de un hombre adulto de carne y hueso.
–Pero, ¿qué mierda haces, capullo?– le inquirió el hombre con violencia-. Mira tío, esta es mi primera vez, así que dame la pasta o te pincho-le dijo mostrándole una navaja.
Carlos le miró contrariado y divertido a la vez. ¿En serio? ¿Aquel pringado le iba a atracar? Sacó la cartera y extrajo un billete de 20 euros.
–Anda, cógelo, que te veo muy perdido en esto y a ver si dejas de ir por ahí asustando a la gente…
El ladrón cogió el billete y salió corriendo.
“El poder de la sugestión, queridos televidentes. Ese será nuestro tema principal en el programa de hoy en el que, además, conoceremos los motivos de la desclasificación de los informes OVNI por parte del Gobierno de Estados Unidos y seremos testigos de nuevas grabaciones de psicofonías en el mítico Palacio de Linares. Para ello, contaremos, además de nuestros colaboradores habituales, con varios expertos en este poder de la mente tan poderoso y a la vez, tan desconocido: la sugestión”.
Carlos sonrió. Quizá la voz que escuchó la noche anterior en aquel callejón oscuro no fuera más que un producto de la sugestión pero él volvió a creer. A veces, se dijo, es solo cuestión de creer para seguir encontrando un sentido a la vida.
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Fotos: Imagen de Gabriele Picello en Pixabay / Imagen de StockSnap en Pixabay
Mil gracias, L&B! Un honor publicar en la revista este relato. Espero que guste al público lector.
Un honor para nosotras que tus textos estén en nuestra revista. Un abrazo, compañera.